Hace un tiempo leí un dato científico que es una completa locura: la velocidad a la que viaja la Tierra por el espacio. Efectivamente, la Tierra no está quieta. Gira a toda pastilla alrededor del Sol. Esta roca gigantesca en la que estamos va por el espacio a una velocidad alucinante: a treinta kilómetros por segundo.
Se trata de una velocidad inimaginable. ¡Pues resulta que eso es lo que sucede! Todos los astros, en una danza frenética, van a esas velocidades demenciales e incluso mucho más deprisa.
La realidad ahí fuera es tan compleja que nuestros burdos sentidos no pueden captar ni comprender casi nada. El ser humano tiene una inteligencia minúscula y no sabe nada. Y nunca lo sabrá.
Cuando Sócrates afirmó: «Sólo sé que no sé nada», sí sabía de lo que hablaba. Por eso, considerarse mínimamente sabio, inteligente o ilustrado es una broma.
Así pues, acepto sin reservas mi cualidad de «tonto» y me parece el lugar adecuado en el que morar. Mientras estemos en este plano material, en esta Tierra, somos todos aprendices.
Esta actitud proporciona un gran sosiego porque ya no es necesario aparentar ninguna inteligencia. ¡Qué descanso no tener
que luchar para que nos consideren listos!

Fuente: contrainformacion.es