Érase una vez dos ranas que se cayeron en un cubo de nata para montar. Eran amigas, aunque muy distintas, tanto físicamente como de carácter. Una era grande y parda, y la otra era pequeña y verde brillante.
La parda exclamó:
—¡Ay! ¡Me estoy ahogando, me estoy ahogando!
En cambio, la pequeñita afirmó:
—Yo no me ahogaré.
La amiga parda no podía comprender esa actitud positiva, vista la situación. Así que enseguida le preguntó a su colega verdosa:
—¿Cómo lo conseguirás?
—Me moveré y moveré como una loca —respondió la otra sin parar de menearse.
A la mañana siguiente, la rana parda y grande amaneció ahogada: se había dado por vencida. La segunda, después de haberse pasado toda la noche moviéndose, estaba sentada dentro del cubo, encima de un bloque de mantequilla.
Este cuento pretende explicarnos que el trabajo duro y continuo es un requisito para el cambio.

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