Hola amig@s! ¡Prepárense para un viaje hacia la auténtica fuerza emocional! Si alguna vez te has preguntado cómo algunas personas parecen resistir cualquier tempestad con una sonrisa en el rostro, tengo buenas noticias para ti: no es magia, es ciencia emocional.
En el libro «Nada es tan terrible«, Rafael Santandreu nos revela las dos claves maestras para desarrollar una fortaleza mental que ni el mismísimo Hulk podría romper. Con su estilo único y desenfadado, nos enseña cómo transformar nuestra mente en una aliada indestructible. Así que, si estás list@ para descubrir estos secretos y empezar a vivir con más ligereza y alegría, ¡sigue leyendo! ¡Esto va a ponerse interesante!
Cuento milenario sobre la fuerza emocional
Un joven monje llegó a un famoso monasterio. Era listo y deseaba hacer carrera: ser reconocido y dejar huella en el mundo. Al cabo de unos meses, le permitieron dar algunas lecciones, pero todavía estaba a la sombra del abad, el anciano que dirigía el lugar. En sus clases se amontonaban los seguidores y, en las del joven, casi ninguno.
Con la intención de desacreditar al anciano, una noche, urdió un plan. Decidió que, en la clase de la mañana, se plantaría delante del abad con una paloma escondida a la espalda. Luego, le retaría a adivinar si el pájaro estaba muerto o vivo. Si respondía “muerto”, lo soltaría para que volase libremente. Si decía “vivo”, le retorcería el cuello y lo mostraría muerto. El truco demostraría que el viejo no era un sabio.
Por la mañana, el abad inició la lección debajo de un frondoso árbol. Al poco, el joven se levantó y habló bien alto:
- Abad –gritó- tengo un pájaro a mi espalda. ¿Está vivo o está muerto?
El anciano lo miró con serenidad y respondió:
- Eso, amigo mío, depende enteramente de ti.
El joven se quedó petrificado. Y, tras unos segundos, dejó volar a la paloma y sentó a los pies de su maestro.
Esta historia de origen budista nos enseña que todas nuestras “neuras” son construcciones de nuestra mente, absurdas e innecesarias. Pero podemos aprender a soltarlas para vivir felices y en paz.
La terapia cognitiva es la escuela de psicología más estudiada en las universidades del todo el mundo. La más científica y eficaz. Pero eso no quita que beba de tradiciones de miles de años de antigüedad.
Quizás, el primer aporte lo vertió Lao Tsé, quinientos años antes del nacimiento de Cristo, en una China ancestral compuesta por cientos de reinos, con sus tantos emperadores y sus sabios correspondientes.
- Sólo un siglo más tarde, en la antiquísima India, lo hizo Sidarta Gautama, Buda.
- Y, casi al mismo tiempo, en la occidental Grecia, varios filósofos clásicos entre los que destacaron Diógenes y Epicteto.
Desde el inicio, este “arte de vivir” fue revolucionario. Quienes lo descubrían, sabían que habían hallado un tesoro. Y uno de esos afortunados fue, nada más y nada menos, que todo un emperador romano: Marco Aurelio.
Para este cordobés, que llegó a rey de reyes, aquella proto-psicología cognitiva era su fuerza emocional más grande. Ni las riquísimas propiedades, ni las glorias ganadas en batalla eran comparables a su “ciudadela interior”, la fuente de su felicidad profunda y estable. De hecho, su mayor legado no fueron construcciones ni conquistas sino un librillo al que llamó “Meditaciones”.
Y, en la actualidad, todos los días, cientos de personas que se mueven en skateboards parecidos a los de Marty McFly de Regreso al Futuro, vuelven a descubrir fascinados aquel arte de vivir –la moderna psicología cognitiva-.
Como psicólogo, he conocido a miles de personas que han hecho ese eureka maravilloso. ¡Yo mismo lo hago cada día! Y, ahora, a través de este libro, me dispongo a traspasar este conocimiento una vez más.
¡Bienvenido al club de las personas dotadas de fuerza emocional! Considérate, amig@, hereder@ de todo un emperador.
1. Kung fu emocional – las enseñanzas del señor Miyagui sobre la fuerza emocional
Como chaval de los años ochenta que fui, todavía tengo frescas en mi retina las imágenes de la película Karate Kid. ¿Cómo olvidar al señor Miyagui? Ese anciano japonés que enseñó artes marciales a un enclenque adolescente hasta convertirlo en cinturón negro.
Las técnicas pedagógicas del señor Miyagui eran la monda: en vez de ejercicios sobre el tatami, imponía pesadas tareas de bricolaje y limpieza. Eso sí, detrás de cada esfuerzo, había un aprendizaje crucial.
Uno de esos ejercicios era “dar cera, pulir cera” sobre el coche del anciano. “Dar cera, pulir cera”, “dar cera, pulir cera”… Y con ello, el chico aprendió los movimientos claves del kung-fu.
Pues algo muy parecido vamos a aprender aquí. Y es que la fuerza emocional tiene un entrenamiento similar, con dos movimientos que llamaremos: “renuncia y creación”. Repitamos: “renuncia y creación”.
Empecemos estudiando el primer movimiento: la “renuncia”, la vía regia hacia la felicidad.
No estaría nada mal empezar todos los días “renunciando”.
“Renunciar” -ese primer “dar cera”- consiste en darse cuenta de que no necesitamos casi nada para estar bien. ¡Qué liberación!
Primer paso para trabajar la fuerza emocional: “la renuncia”
Érase una vez un hombre rico que buscaba la felicidad. Estaba dispuesto a pagar una fortuna a quien le pudiese guiar. El dinero no era un problema, así que llevaba siempre consigo una bolsa llena de diamantes y, en cuanto hallaba a un maestro, le decía:
- Esta bolsa es tuya a cambio del secreto de la plenitud.
Había viajado mucho, había acudido a muchos maestros, y ya era conocido en todo el país.
Un día se encontró con un gran sabio sufí sentado bajo un árbol y le dijo, una vez más:
- Voy en busca de la felicidad auténtica. Todos estos diamantes son tuyos si sabes indicarme el camino.
El maestro asintió. Se puso, lentamente, en pie. Y, en cuanto estuvo erguido,… ¡agarró la bolsa de los diamantes y echó a correr!
Nuestro hombre se quedó petrificado: no podía creer lo que veían sus ojos. ¡Un famoso maestro robando como un sucio truhán! En cuanto se recuperó, empezó a perseguirlo por el pueblo: “¡Al ladrón! ¡Me ha robado todo mi dinero! ¡No es un sabio sino un fraude!”
Gritaba y corría, pero el maestro conocía bien las callejuelas y le despistó enseguida. Al poco, el hombre se derrumbó abatido, en una esquina, llorando:
- ¡Mis diamantes! ¡Era todo lo que poseía!
Las gentes del lugar se arremolinaron a su alrededor. Muchos le intentaban animar.
Al final, le acompañaron al lugar donde había dejado su caballo, junto al árbol del maestro sufí y ¡qué diantres!, el viejo estaba sentado allí, con la bolsa de diamantes al lado.
El viajero se lanzó sobre la bolsa y la apretó fuertemente contra su corazón:
- ¡Gracias a Dios! –decía y repetía.
El maestro lo miró sonriendo y preguntó:
- ¿Estás feliz ahora?
- Nunca lo estuve tanto –concluyó el viajero.
- Pues ésa misma es la clave de la felicidad –concluyó el anciano.
Este cuento milenario explica que la felicidad está siempre a nuestro alcance. El problema es que buscamos siempre en otro lugar. Da igual que poseamos mucho o poco, que estemos sanos o enfermos… la plenitud está siempre a nuestra disposición.
Empecemos por definir la “renuncia alegre”, que es algo muy diferente que la “renuncia triste”: el matiz es fundamental.
La renuncia alegre es la capacidad de no apegarse a ningún bien a sabiendas de que hay infinidad de fuentes de bienestar, de que vivimos en una desbordante abundancia. Se trata de “soltar” riendo, bailando, emocionados por la vida.
¿Por qué la “renuncia alegre” es tan esencial para la fuerza emocional? Veámoslo.
Las personas nos perturbamos siempre porque lamentamos algo que sucede (o podría suceder). Estamos de mal humor porque nos duele la espalda o dudamos del resultado de un examen.
Pero, en realidad, la perturbación emocional no es producto del dolor o del suspenso… es de la NECESIDAD imperiosa de estar libre de dolor, la OBLIGACIÓN de aprobar el examen.
Dicho de otra forma, el malestar procede de la incapacidad de ver que podríamos estar genial SIN librarnos del dolor y SIN aprobar la asignatura. ¡Eso son solo nimiedades!
Por lo tanto, lo que nos perturba emocionalmente son siempre necesidades absurdas a la que no queremos renunciar.
La “renuncia alegre” –el primer movimiento del kung fu para la fuerza emocional- nos enseña que podemos ser felices en cualquier caso. Ya no es necesario nada: con o sin dolor, vamos a disfrutar. Con o sin título académico, la vida va a ser genial. ¡Podemos renunciar a todo; podemos ser felices sin nada! Aquí se ha acabado la debilidad emocional.
Pero esta “alegría” sólo es posible si nos damos cuenta de lo siguiente:
Nadar en la abundancia
Reconozco que a los seres humanos nos cuesta mucho renunciar. Cuando en, realidad, podría ser lo más fácil del mundo. ¡Sólo hay que probarlo!
Si lo hacemos, se nos revelará que la vida es tan abundante que no hay nada que temer. De hecho, la renuncia y la abundancia son dos hechos comunicantes:
- Cuando nos demos cuenta de este hecho paradójico, ya no tendremos ningún problema para la renuncia. Es más, nos enamoraremos de ella: no nos apegaremos a nada porque entenderemos la vida como un jardín repleto de frutos sabrosísimos; inagotables e imperecederos.
- Y la fuente de la abundancia de la vida es debida a un fenómeno que yo llamo la “gratificación creada”.
Y es que el ser humano es el CREADOR del significado de lo que nos sucede. Si empleamos, a nuestro favor -con imaginación y destreza- esa capacidad creadora, viviremos en un mundo de infinita abundancia.
Por eso, a efectos de felicidad, da igual estar trabajando en la oficina que en la playa, daiquiri en mano. Podremos ser felices en ambos casos si aprendemos a crear un significado hermoso en cada situación.
En Cancún puedo relajarme, decirme a mí mismo “esto es vida”. Y en la oficina, análogamente, puedo trabajar orgulloso y emocionado con nuevas metas y destrezas. Feliz en ambos casos.
O, todo lo contrario, en ambos sitios puedo sentirme mal por algún razonamiento neurótico: “en esta playa hace demasiado calor” o “este curro es un palo”. Aunque parezca extraño, somos nosotros quienes nos damos permiso –o no- para la felicidad.
¿Por qué la renuncia es el primer movimiento del kung fu emocional? Porque toda perturbación procede siempre de la creencia de que necesitamos mucho para estar bien. “¡Sin pareja, no puedo ser feliz!”; “¡Hasta que no encuentre empleo, no puedo disfrutar”!; “Si no recobro la salud, mi vida es un asco!”.
Sin embargo, cuando activamos la renuncia, comprendemos que ya lo tenemos todo para ser felices. Como Lanzo de Vasto, podemos prescindir con alegría de comodidades, absurdas auto-imposiciones y exigencias locas. Entonces, sobreviene un auténtico nirvana.
Todas las mañanas, me doy un ligero paseo por mi hermosa Barcelona. Escucho música a través del milagroso Spotify. Y celebro que nado en la abundancia. Básicamente, porque nada necesito y, sin embargo, dispongo de tanto.
Segundo paso para trabajar la fuerza emocional: la «creación»
Un hombre rico invitó al sabio Nasrudín a una partida de caza, pero le dio por montura un caballo muy lento. El mulá no dijo nada pero, muy pronto, los demás se distanciaron, perdiéndose de vista. Al poco, comenzó a llover intensamente. No había refugio en esa zona y todos los cazadores terminaron empapados.
Sin embargo, en cuanto empezó a llover, Nasrudín se quitó toda la ropa, la dobló y se sentó encima de ella. Cuando cesó la lluvia, se vistió nuevamente y regresó a la casa de su anfitrión para almorzar. Nadie podía comprender cómo el sabio estaba seco. A pesar de sus veloces caballos, nadie había podido hallar refugio en la llanura. Le interrogaron y Nasrudín aclaró:
-Fue el caballo que me dieron.
Al día siguiente le ofrecieron un caballo rápido y el anfitrión se reservó el más lento. Llovió nuevamente. Mientras regresaba a su casa a paso de tortuga, el rico se mojó más que nunca. Nasrudín, por su lado, repitió la misma operación y regresó seco.
-¡Usted es el culpable! -gritó el anfitrión- ¡Me hizo montar ese maldito caballo!
-O quizás -dijo el mulá- usted no puso nada de su parte para resolver el problema.
Como explica este antiguo cuento, la fuente de la abundancia está en ser un buen creador de significados. Lo que también llamo: “cambiar rápido de marco”. Es decir, en cada situación, saber ver qué nueva oportunidad se ofrece.
En uno de mis libros anteriores hablé de la familia Kaufman, un ejemplo excelente de “crear significado” o “saber cambiar de marco”.
Neil y Samaria Kaufman eran unos felices padres de dos hermosos niños. ¡Eran unos padrazos! No tenían ni treinta años y ya planeaban aumentar la familia.
Pero, cuando Raun, su tercer hijo, cumplió dos años de edad y fue diagnosticado de autismo severo, decidieron que aquello, lejos de ser una adversidad, iba a convertirse en una bendición. Los médicos les dijeron que Raun no llegaría nunca a hablar y que tendría que vivir permanentemente asistido.
A los Kaufmann les dibujaron un futuro de desdicha y áspero trabajo, pero ellos no lo aceptaron. Enseguida diseñaron otro con gran fuerza emocional: una familia unida ante la oportunidad de aprenderlo todo acerca del autismo.
Tal fue su entusiasmo que crearon, durante los siguientes años, un método de comunicación autista que derivó en una cura para su hijo Raun. Se convirtió en el primer caso de la historia de autismo revertido.
Después de aquella increíble experiencia, los Kaufman se hicieron famosos y establecieron un exitoso centro de tratamiento que ahora, más de treinta años después, dirije: ¡el propio Raun!
Éste es un ejemplo fantástico de “cambio de marco”. Los Kaufmann se dijeron: “si no podemos ser felices de una manera, lo seremos de otra; porque incluso la enfermedad ofrece mil maneras de crecer y disfrutar”.
Nuestro día a día está lleno de situaciones en las que entrenar este segundo movimiento de la fuerza emocional: la “creación de un nuevo marco”. Si vamos en coche y nos encontramos con un atasco de tráfico… es hora de relajarse y practicar nuestras dotes de canto (yo tengo un amigo que aprovecha para aprenderse las letras de las canciones). O si en el trabajo tenemos un jefe maleducado, es hora de aprender a manejar personas difíciles e incluso intentar lograr su cambio…
Pero cada vez que nos negamos a renunciar a algo, bloqueamos esa capacidad de crear nuevos retos, nuevas gratificaciones. Y la abundancia de la vida requiere saber ser felices en cualquier situación. Renuncia y creación de un nuevo marco.
Si te han gustado estas pautas sobre cómo trabajar la fuerza emocional de «Nada es tan terrible», puedes leer el resto del libro aquí.
Si te encuentras en un proceso de crecimiento personal y desearías acelerarlo o tener acompañamiento en el camino, puedes contactar hoy al equipo de terapia breve de Rafael Santandreu y concertar una cita.
¡Una vida llena de alegría e ilusión te está esperando!